#ECONOMÍAPARAMIPRIMA
(Tomado de El Espectador el día 29 de enero de 2021)
*** Anotación: en la publicación original había un error. No eran 20,000 libras esterlinas sino 20,000 billetes de 50 libras esterlinas.
Cuentan que un rebelde poeta solía decir que las revoluciones nunca suceden los lunes. Trataba de hacer una alusión a la relación entre la revolución y la cultura del arte que tienen los británicos el fin de semana. Parece que se equivocó, porque el lunes 22 de agosto de 1994 los cantantes Bill Drummond y Jimmy Cauty decidieron hacer la suya.
Los cantantes fueron al banco, retiraron su dinero y quemaron su patrimonio entero frente a las cámaras. Un total de 20,000 billetes de 50 libras esterlinas de la época: unos 600 mil millones de pesos —a la conversión de hoy— en llamas. Todo un arte revolucionario.
“¡El dinero es una imposición del sistema!”, exclamaban algunos, aplaudiendo el gesto de los artistas. “¡Una decadencia moral!”, señalaban otros: “esa plata se la pudieron regalar a la gente en vez de desperdiciarla”.
Más allá de un espíritu antisistema, los revolucionarios ingenuos tenían más razón en este caso que los críticos moralistas. El dinero es una ficción, un medio de cambio para adquirir las cosas que consideramos valiosas.
—¡Cuántas cosas no se pudieron hacer con toda esa plata! —me preguntó mi prima de diez años.
—Para ponerlo en contexto, con esa plata se pudieron comprar más de 100 casas, más de 300 carros y más de 40.000 bicicletas. Casi 100.000 mercados, decenas de camas de cuidados intensivos o la universidad entera de 150 estudiantes. Nada mal, ¿no?
—Bueno, pero es absurdo. Mira todo lo que pudieron comprar con ese dinero —exclamó mi prima—. En vez de donarlo a la caridad, se gastaron 12.000 millones de pesos en una fogata.
—Eso no es del todo cierto, prima. Veamos. Todos esos recursos los pierden ellos, pero los gana la sociedad. Se pierden los billetes, que no son más que papel, pero el mundo sigue teniendo la misma cantidad de hospitales, de aviones, de plantas de café y de canchas de tenis. También tiene (para su pesar) la misma cantidad de abogados, economistas y politólogos dispuestos a prestar sus servicios. La riqueza real sigue intacta. Para aprender de economía, es útil seguir los bienes y servicios, las cosas que hacen mejor la vida, no el dinero que se usa para intercambiarlas.
—¿Cómo así? —me preguntó—. ¿Y todos los recursos que se podían comprar con ese dinero a dónde se fueron? ¿Quién se queda con ellos? ¿Dónde están las casas que no compraron con ese dinero?
La pregunta es excelente, pues desnuda de raíz la pregunta pertinente a la hora de analizar la relación ente la impresión de billetes (una acción económica) con el bienestar de la gente (el objetivo real).
Si se imprimen billetes, el mundo tiene los mismos recursos (la misma cantidad de manzanas, piscinas, hospitales, etc.), pero ahora el Estado puede apropiarse de algunos de ellos comprándolos con ese dinero. Eso deja menos bienes y servicios para el resto. Nosotros seguimos con los mismos billetes, pero pueden comprar menos cosas: eso se llama inflación.
Si quemamos los billetes pasa lo contrario. Todos los bienes y servicios a los que renunciaron esos artistas ahora están disponibles para el resto: cada uno de nosotros puede consumir más manzanas, más clases de tenis o más educación porque ahora la plata que tenemos vale un poquito más. Al final de cuentas, los artistas sí le estaban regalando “la plata” a la gente del común cuando la quemaban vía deflación de precios.
Gustavo Petro propuso hace poco imprimir billetes para regalárselos a la gente. Falta ver si también propone imprimir títulos para educarla o imprimir carnés de vacunación para acabar con el COVID-19. De poco le sirve a una persona recibir un par de pesos del gobierno si al entregarle ese dinero le triplicaron los precios de lo que compra.
Para mejorar el bienestar de la gente hay que implementar políticas que aumenten la cantidad de bienes y servicios en la economía, no la cantidad de billetes.
La provisión de liquidez a la economía puede ayudar algunas veces (cuando hay problemas macro de demanda agregada —tema para otra columna—), pero imprimir billetes indiscriminadamente solo nos deja con precios más altos, una economía menos estable y el fin del ahorro de las personas más pobres.
Aun siendo sábado, esta es una revolución un tanto menos beneficiosa que la de Drummond y Cauty, aunque puede provocar un poco más de humo que el simple papel quemado.
@tinojaramillo
Economiaparamirpima.com