#ECONOMÍAPARAMIPRIMA
(Publicado en El Espectador el día 21 de mayo de 2021)
El gobierno de Iván Duque intentó tramitar una reforma tributaria recogiendo varias de las propuestas que históricamente han sido de su oposición y el país perdió la cabeza.
La reforma aumentaba los impuestos empresariales, el impuesto al patrimonio, los impuestos a la contaminación y el impuesto a los salarios más altos. El gasto se hacía en los más pobres, en proteger los empleos de bajos salarios y en pagar la deuda que adquirimos entregando los subsidios de la pandemia, ampliando las UCI y comprando las vacunas. ¿Cómo explica uno que haya sido la misma oposición la que tumbó una reforma con sus ideas? No tengo ni idea.
Lo que está más claro es que, a hoy, no es viable una reforma que aumente impuestos significativamente. Si el gobierno fracasó con una reforma que recogía las ideas de la oposición, es mejor ni imaginar lo que pasaría con cualquier otra.
El país debe cuadrar sus cuentas de ingresos y gastos. Las reformas tributarias siempre han reformado los ingresos, pero llevamos años ignorando el elefante de la habitación por el lado de los gastos. Y no es poca cosa, según el Foro Económico Mundial y la OCDE, el gasto público colombiano es ineficiente e inequitativo. Si la pandemia hace más urgente ayudar a los pobres, también vuelve más necesaria la austeridad en gasto burocrático. Para empezar, podríamos eliminar las altas consejerías, fusionar los entes de control y eliminar los subsidios sectoriales.
El ejercicio mental de reducir en vez de aumentar es difícil para los seres humanos. Un reciente estudio de Gabrielle Adams y sus colegas de la Universidad de Virginia da fe de ello; cuando se le pidió a un grupo de personas mejorar algo –una estructura de lego, un ensayo, un campo de golf o una universidad–, estas casi siempre proponían agregarle cosas y casi nunca quitarle.
Muchas le agregaban párrafos al ensayo, departamentos a las universidades y fichas de lego a una estructura que resistía incluso mejor con menos piezas, pero pocos pedían eliminar párrafos confusos, requisitos de admisión absurdos o las piezas que debilitaban la estructura. El estudio se publicó en la revista Nature y es evidencia del sesgo que tenemos los seres humanos para preferir más sobre menos, agregar sobre quitar y gastar sobre ahorrar.
En Colombia, cuando se habla del elefante del gasto público, muchos salen a decir que es imposible reducirlo, que el gasto en Colombia no es flexible y que solo queda espacio para alimentarlo todavía más. Eso no es tan cierto.
No sabemos qué parte de esta narrativa se debe al sesgo que documentan los autores del paper, pero sí sabemos que no existen estudios que muestren que es imposible hacer una fuerte reasignación paulatina del gasto en los presupuestos de los próximos 10 años. Tampoco es imposible abrir una oficina en el DNP que evalúe permanentemente el gasto público y mucho menos exigir que la renovación del presupuesto se condicione a unos mínimos resultados de costo-beneficio.
Cada dos años volvemos a la discusión de la tributaria, perdemos tiempo valioso tratando de recaudar 6 o 7 billones de pesos para pagar por las ventanas y los platos rotos de la casa en que vivimos. El país entero pelea entre sí mientras el elefante en la habitación se sienta tranquilo, pues a pesar de haber quebrado los platos, tiene de su lado la narrativa de que el gasto es inflexible; y se ríe cuando todos coinciden en que solo se puede recaudar más.
@tinojaramillo
Economiaparamiprima.com