Reformarlo todo, para mi prima

#ECONOMÍAPARAMIPRIMA

(Tomado de El Espectador el día 30 de octubre de 2020)

Una de las dichas de hablar de pensadores de vieja data es que sus visiones, tanto las que probaron ser ciertas como las equivocadas, se pueden analizar de manera desapasionada, lejos del biempensantismo inquisidor con el que se llevan las discusiones políticas públicas hoy en día.

Le hablo a mi prima de diez años con frecuencia sobre Hirschman y Currie, dos de los primeros economistas en sentar las bases de la economía colombiana moderna. No los recordamos porque sean videntes, ni porque hayan podido predecir problemas de hoy: nadie podía hacerlo. Los discutimos porque sus ideas sobre la Colombia en la que vivían en los años 50 nos pueden dar luces para enfrentar los retos actuales.

Albert Hirschman fue un alemán que llegó a Colombia en 1952 contratado por el Banco Central de Colombia para su junta. Hirschman nos contó sobre la obligación (casi moral) de vivir con un sesgo hacia el optimismo, una convicción profunda de que vendrán tiempos mejores, de que podemos superar los problemas. Hirschman entendió que tanto el pesimismo como el optimismo pueden ser profecías autocumplidas: nos toca poner de nosotros con cierta dosis de optimismo para salir de la crisis. A mí no se me ocurre una mejor guía para sobrevivir a esta; a mi prima tampoco.

El canadiense Lauchlin Currie, por su parte, fue enviado por el Banco Mundial como líder de la primera misión de estudios integrales para Colombia. Currie, entre tantas cosas, era un creyente fervoroso de la ilustración, la ciencia económica y la teoría para resolver los problemas sociales. Una de sus ideas más claras abogaba porque fueran los expertos quienes educaran a la opinión pública para propiciar un entorno político donde se puedan hacer las reformas. Para eso era necesario que los expertos entraran en el lodo del debate público: que pudieran hablarle de conocimiento específico al obrero, al ejecutivo y, por qué no, a mi prima.

Ambos economistas se quedarían en el país para dar un debate mundial sobre Colombia y la economía del desarrollo. El debate era feroz, no se soportaban. Al final Colombia fue huésped de ese debate y cosechó los frutos de la conciliación de sus discrepancias, pero eso no fue todo. El debate más pertinente que tuvieron estos personajes para los tiempos de hoy, le contaba a mi prima, es el que distingue el gradualismo y las reformas integrales.

Currie se lo expuso lúcidamente al Concejo de Bogotá. Mientras que el gradualismo está pensado para resolver un problema limitado, un problema a la vez, los defensores de la reforma integral reconocen que los problemas económicos y sociales interactúan entre sí, dependen unos de otros, hacen parte de un sistema. No es posible tener una solución si no se resuelven todos de manera integral.

Yo siempre he creído ser un gradualista, un idealista pragmático, como lo fue Albert Hirschman. Siempre he creído que los cambios sociales toman tiempo, que la capacidad de las grandes reformas es limitada, excepto, por supuesto, en su capacidad de hacer daño. Aunque debo admitir también que esta vez es diferente. Tenemos el desempleo más alto de la historia, vamos a retroceder una o dos décadas en la lucha contra la pobreza y estamos viendo cientos de miles de empresas entrar en bancarrota: el gradualismo es obsoleto en esta crisis.

Fue Churchill el que nos recomendó “nunca dejar que una buena crisis se vaya a la basura”. Es momento de hacer la triple reforma: pensional, laboral y tributaria. En Colombia no tenemos suficientes empresas porque tenemos los impuestos corporativos más altos de la OCDE. Las empresas que logran saltar esa asfixia no pueden generar el empleo suficiente porque tenemos una regulación diseñada hace un siglo que hace casi imposible la contratación. Para rematar, el 80% del país, informal, pobre y vulnerable, que ni logra acceder a una empresa o a un empleo estable, se ve castigado con un sistema pensional que, en vez de ayudarle, enfoca sus recursos en entregarles subsidios a los más adinerados con políticos cómplices que lo defienden abogando la justicia social.

Ya habrá tiempo para el gradualismo, hoy hay que reformarlo todo.

@tinojaramillo

Economiaparamiprima.com

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