Revaluar la política de prisión masiva

Evidencia de economía y pensamiento económico en una área dominada por abogados.

Por: Martin Jaramillo.

“Sospecho que todos los crímenes cometidos por todos los criminales encarcelados nunca igualan el total de daño social de los crímenes cometidos hacia ellos

Karl A. Menninger, Crimen y Castigo.


Hace poco, mi paisano Felipe Peláez abrió un blog y vimos la oportunidad de compartir ideas entre un aficionado al derecho penal y un aficionado al pensamiento económico. Escribo este ensayo en respuesta a su primera entrada sobre la situación carcelaria y el derecho penal.

En su ensayo, Felipe hace varias críticas con las que estoy de acuerdo: hacia el populismo punitivo y la prisionización masiva y la sed de venganza de la gente.

En esta última crítica, si bien estamos de acuerdo, Felipe cita los tiempos de Kant y Hegel. Para hablar de venganza, yo citaría el juego ultimatum, que nos dio evidencia, en economía experimental, de que la gente tiene cierto apetito de venganza y está dispuesta incluso a perder dinero con tal de ejercerla.

Pero bueno, lo interesante de la política carcelaria es que es, por construcción, un problema multidisciplinario. Esta toca las fibras más profundas de la filosofía que nos obliga a hacernos las preguntas éticas más fuertes. También la política, ya que son los políticos quienes administran las cárceles. La economía, que estudia los incentivos y el comportamiento humano y, por supuesto, el derecho penal.

No creo, primero que todo, que esto sea una cuestión para ser resuelta por la Corte Constitucional; ya que sus pronunciamientos son vacíos (como confirma Felipe) cuando estos no se materializan en decisiones que van más allá del papel. Una sentencia no va a reducir el hacinamiento si no se liberan presos o se construyen cárceles: una decisión que involucra gasto público y dilemas éticos: esto va a lo más profundo de una democracia representativa.

Allí es donde entramos a las preguntas difíciles. Felipe dice que «no necesitamos construir más cárceles», pero esa afirmación requiere un poco más de pensamiento.

Si queremos I. no construir más cárceles y II. reducir el hacinamiento, la consecuencia lógica es que probablemente debemos tolerar más crimen (ceteris paribus). ¿Por qué? porque, lo que muestra virtualmente toda la evidencia es que las cárceles nos sirven para controlar el crimen.

¿Cómo lo hacen? Por un lado, incapacitan a la persona que cometió el crimen: si meten a la carcel al último tipo que le robó el celular, este no tendrá como robarle el día siguiente. Por el otro lado, las cárceles disuaden: si una persona sabe que puede ir a la cárcel y que esta no es un lugar amigable, seguro la persona verá menos incentivos a cometer un delito.

Alguno dirá que no, que el ladrón no piensa antes de robar. Pero la verdad es que esa afirmación – si bien es popular – va en contra de toda evidencia empírica, como lo muestra este metaestudio. Lo que vemos, es que entre mayor probabilidad hay de ir a la cárcel, menos atractivo es el crimen para los integrantes de una sociedad.

Otros dirán que no, que el crimen no se va a acabar con cárceles, y en eso estamos de acuerdo. O tal vez dirán que la persona que nunca tuvo alternativas en la vida seguirá cometiendo el crimen sin importar lo que pase con las cárceles, y también estoy de acuerdo. Pero ahí el razonamiento económico de pensar en el márgen nos es útil: tal vez esa persona siga cometiendo delitos, pero muy seguramente otras personas, con mejores alternativas en su vida, terminen optando por la vida legal.

Economics of crime model
Modelo de Gary Becker sobre el crimen

II.

En la primera sección hice una afirmación fuerte. Menos hacinamiento y la misma infraestructura nos lleva a más crimen. Y es cierto, si no queremos invertir, para tener menos hacinamiento toca liberar algunas personas .

Eso probablemente aumente el crimen, tanto porque tenemos altas tasas de reincidencia como porque el resto de la población tiene menos probabilidad de entrar a la cárcel. ¿Será esa una razón suficiente para decir que es una mala medida dejar salir a algunos? por supuesto que no.

Por un lado, está el argumento de derechos humanos. Este argumento no es tan convincente. No solo por consideraciones conceptuales de teóricos como Samuel Moyn, sino también por cuestiones prácticas: es el argumento que ha predominado los últimos años, con un impacto muy escaso: este argumento no parece convencer a los políticos encargados de solucionarlo.

Sí creo que el argumento puede tener validez interna. Tal vez las condiciones carcelarias actuales no son permisibles moralmente, independiente de la cantidad de crímenes que estas prevengan. El problema de meterse por este argumento deontológico es que volvemos a los valores de cada uno – donde cada uno podrá tener opiniones diferentes – y, disputándolos en democracia no hemos tenido buenos resultados.

Por el otro lado hay un argumento que creo es más significativo, y es aquel que modifica otros parámetros. Bare with me.

Los atentos recordarán las palabras ceteris paribus de la sección anterior, el término latin para: «permaneciendo el resto constante». Si el resto de cosas no permanecen constantes e implementamos dos políticas (o más) al tiempo, podemos tener resultados un poco menos trágicos. Veamos.

Si empezamos por aumentar nuestra inversión en policía, inteligencia contra el crimen y programas para reducir la reincidencia, seguro reduciremos el crimen en cierta medida, lo cual nos daría margen para ser más laxos en el tema carcelario y liberar algunos presos. Así lograríamos tener menos hacinamiento y unas tasas de crimen constantes. Con esta solución lograríamos cumplir el principio de necesidad y de subsidiariedad (ultima ratio) del derecho penal.

Pero para eso necesitaríamos más recursos públicos en Policía e Inpec, que equivalen a más impuestos. ¿Mala idea entonces?

Creo que no.

Teniendo en cuenta que el Estado ya se gasta alrededor de 11 millones de pesos al año en cada preso, cualquier alternativa medianamente eficaz en prevención sería una forma más barata de tener menos crimen.

Para eso, propongo al menos tres ideas:

Uno, se puede invertir en cámaras de vigilancia. En Medellín ya lo hicimos en 2013 y la investigación de Daniel Mejía, Santiago Tobón y Santiago Gómez nos muestra que hubo una reducción del 23.5% en los reportes de crimen en la zona y una reducción de 31.5% en arrestos. Acá ganamos todos: reducimos el crimen con un costo (social y económico) muy bajo.

Otra política que ha tenido éxito es la estrategia de la policía «hot-spot policing»: donde se identifican las zonas de mayor crimen y se asigna una mayor presencia de policía. La evidencia de Medellín nos muestra que mejora la percepción de seguridad, se reducen los robos a carros y se reducen los asaltos. Estos resultados los vimos cuando el programa era relativamente nuevo; así que si bien los resultados son muy buenos, seguro mejorarán con el tiempo.

Tercero, se me ocurre que hay que entender un poco mejor las ciudades. James Q. Wilson, un profesor de Harvard y uno de los mayores estudiosos de estos temas propuso por allá en el 82 una teoría: la teoría de las ventanas rotas. Que decía más o menos que si un barrio tenía un edificio abandonado con ventanas rotas, este podría dar una percepción de abandono y atraer más crimen. Si los barrios se cuidaban, decía la teoría, se podía reducir el crimen.

Esta teoría es muy disputada, con evidencia a favor y en contra. Pero el diseño de ciudades sí tiene muy buena evidencia, por ejemplo, cuando se iluminan mejor los barrios. Como muestra este experimento en Nueva York, la iluminación de las calles puede reducir el crimen significativamente. En esta política, la iluminación adicional introducida por el gobierno local de NY redujo el índice de crímenes nocturnos en un 36%.

III.

En la primera sección hablamos un poco de teoría, en la segunda hablamos de tres propuestas prácticas, en esta última hablaremos de propuestas más difíciles con algo de pragmatismo para terminar el ensayo.

Las tres propuestas anteriores son interesantes, bonitas y poco controversiales. Cámaras, estrategias de policía y luces. Pero… ¿Serán suficientes? No.

Yo creo que la cosa en el largo plazo va por ahí, pero para mejorar más necesitamos cuestionar un poco el derecho penal, entendido como la rama del derecho que regula la potestad punitiva (ius puniendi) del Estado y su filosofía.

Primero que todo, hay que cuestionar nuestras leyes a la luz de la realidad. Miremos esta foto: ¿qué clase de crimen tiene que cometer alguien para merecer esto?

Sin palabras. Creo, primero, que nos tenemos que cuestionar muchas políticas. Solo por poner un ejemplo, según el INPEC y Ministerio de Justicia, hay 17.219 condenados y 8.103 sindicados por Trafico, fabricación o porte de estupefacientes, para un total de 25.322. ¿No será hora de repensar nuestra forma de abordar el problema de las drogas? ¿hemos logrado algo en esa guerra con el sistema actual?

Además de la situación de la foto arriba, hemos logrado poco más.

Segundo, (y después de mucha carreta) creo firmemente que tenemos que construir más cárceles. Los números actuales simplemente no me cuadran, si miramos el informe estadístico del INPEC de 2020, estas son las cifras:

Image

En números redondos, hay unos 123,000 presos en Colombia y solo hay unos 80,000 cupos. En el corto plazo es imposible pensar en soltar 43,000 personas: con eso podríamos llenar el Estadio El Campín y el Movistar Arena al tiempo. Esa no es una propuesta seria.

¿Será entonces que tenemos muchos presos? ¿estaremos exagerando un poco? ¿o será más bien que tenemos pocas cárceles?

Lo grafiqué para verlo más claro.

A juzgar por America Latina, Colombia no tiene una población carcelaria grande. Si tenemos hacinamiento es por falta de infraestructura.

Y yo que he jodido tanto con la evidencia. ¿Dónde está? ¿eso sí va a funcionar?

Bueno, acá (otra vez) Santiago Tobón hizo la labor. Entre 2010 y 2013 entraron en funcionamiento diez nuevos centros de reclusión con mejor infraestructura, servicios de alumbrado y redes sanitarias. ¿Qué creen que pasó cuando se le dieron mejores condiciones a los presos?

Seguro los penalistas pueden adivinarlo: se redujo la reincidencia en un 15.8% (entendida como probabilidad de ser arrestado y reingresar al sistema el siguiente año).

¿Por qué se redujo la reincidencia?

En ese estudio, los datos nos muestran que invertir en cárceles, más allá de darle una mejor vida en el presente y en el futuro a la persona privada de su libertad, también le generan beneficios a la sociedad al tener menos crímenes en el futuro.

Algunos siguen sin entender por qué es una buena noticia celebrar la ampliación de una carcel. Por eso es importante saber de lo que se habla.

Lo malo de esta propuesta es que no es rentable políticamente. Mientras un mandatario tiene que pagar los costos de su presupuesto (incluyendo los costos políticos), los beneficios en reducción de crimen vienen unos 7 años después, cuando seguramente habrá otro mandatario tomando crédito por un esfuerzo del anterior. [¿si ven lo costoso que termina resultando la pataleta politiquera entre mandatarios actuales y antiguos?]

Habrá gente que dice – normalmente con moralismos ingenuos – que no invirtamos en cárceles, que hay que invertir es en educación, en deporte y no sé qué: y a ese biempensantismo solo se puede llegar ignorando el problema actual, que lo que normalmente pasa. Mi lectura de la evidencia dice lo contrario: también hay que invertir en cárceles si no queremos pagar el costo más adelante en inseguridad.

Entonces ya tenemos medidas de largo plazo en la sección II, medidas de mediano plazo con la construcción de cárceles. ¿Qué hacemos en el corto plazo en tiempos de Covid-19?

Creo que debemos enviar a «casa por cárcel» a todos los que presenten un riesgo muy bajo de reincidencia, excluyendo, por supuesto, a aquellos presos por crímenes violentos y crímenes graves. También toca, ojalá antes de que el virus se propague en una cárcel o centro de reclusión, crear capacidades especiales para presos de bajo peligro en coliseos o estadios para que se puedan tomar las medidas sanitarias necesarias para todos los seres humanos en esta crisis.


Entre algunas propuestas revolucionarias y otras medio obvias, creo que que esto puede ser una contribución al debate. En el camino; nos puede acompañar la razón, las conversaciones honestas y la evidencia para tomar mejores decisiones. Ojalá escuchemos.

Martin Jaramillo

@tinojaramillo

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