Por ahí no es, Kalmanovitz.

El debate merece más

Por: Martin Jaramillo L

Ya ustedes saben, por mi columna de ayer en El Espectador, que creo que Salomón Kalmanovitz – exdirector del Banco de la República – comete serios errores conceptuales en su afán de atacar a los fondos privados de pensiones. A veces vale la pena insistir en la simpleza y la claridad, pero ya en este punto toca entrar en los detalles.

Me perdonarán ustedes que abandone el #EconomíaParaMiPrima para detallar un par de apreciaciones técnicas. Salomón Kalmanovitz – cabe aclarar – es un prestigioso economista y profesor, conocedor de su área y un gran profesional; por eso sorprende tanto que últimamente se le estén yendo las luces.

Como dije anteriormente, el error principal de Kalmanovitz viene de confundir o tratar ligeramente los conceptos de “fondo de pensión” y “administradora del fondo de pensiones” para sacar conclusiones apresuradas. Pero mis críticas van más allá, también hay otras afirmaciones que merecen una respuesta.

Kalmanovitz empieza su columna arrojando varias cifras que agregan poco valor (más allá de impresionar a uno que otro despistado), solamente para concluir que dos administradoras de pensiones tienen cerca del 81% del mercado como si esto fuera, de entrada, evidencia de algo.

El profesor sabe que el número óptimo de jugadores para maximizar el bienestar de los consumidores puede ser alto o bajo de acuerdo a la naturaleza cada mercado. En el sector telecomunicaciones los jugadores suelen ser pocos, al igual que en las aerolíneas y algunos servicios públicos. En otros mercados hay muchos jugadores y eso se traduce en mayor bienestar (sobre todo cuando hay competencia casi perfecta), pero en otros – sobre todo aquellos que son fuertemente regulados – la respuesta no es para nada evidente. ¿Por qué será que el profesor simplemente asume como que sí lo fuera?

Kalmanovitz parece argumentar que en el mercado de la administración de pensiones no hay un número óptimo de jugadores, pero no ofrece argumentos de por qué ni señala exactamente qué parte de la regulación puede mejorar para acercarnos a ese óptimo. Sin ese análisis, Kalmanovitz no está en un debate honesto y críticas sensatas sino en lugares comúnes para justificar su sesgo en contra de las AFPs.

Algunos dicen que su rabia contra las administradoras de pensiones se debe a una lúcida columna que escribió Santiago Montenegro, Presidente de Asofondos, donde responde respetuosamente a unos injustos señalamientos que le hizo el profesor Kalmanovitz a Daniel Raisbeck. Yo prefiero creer que estas opiniones del profesor no se deben a la mala fe ni a un pleito personal, por eso vale la pena hacer estas preguntas.

Entremos directamente al debate, profesor: ¿cómo exactamente se está bloqueando el ingreso de nuevos actores como corredores de renta variables y renta fija nacionales e internacionales? ¿por qué hay pocos jugadores? ¿qué regulación propone? Si vamos a concluir que otros están actuando deshonestamente, ser precisos es un imperativo moral.

No tenemos ni idea de sus argumentos porque no los expone, pero mis desacuerdos con Kalmanovitz no se limitan a la falta de argumentos, sino también a la lógica de aquellos que sí da, específicamente en tres áreas:

  1. Sobre las comisiones.
  2. Sobre la información.
  3. Sobre la tasa de reemplazo.
  1. ¿Son altas las comisiones per se?

Para Kalmanovitz, las comisiones de las pensiones obligatorias son altas y las de las voluntarias también, pero el profesor olvida muchas cosas relevantes. Primero que todo, cabe recordar que las comisiones de las pensiones obligatorias son reguladas por ley . Es cierto que es importante la discusión pues todos estamos obligados a cotizar, pero difícilmente se pueden hablar de “abusos” en precio cuando este está regulado y la mayor parte del 3% regulado termina yendo a pagar por el seguro obligatorio.

En cuanto a las comisiones de las voluntarias, que es a lo que hace referencia Kalmanovitz cuando cita el artículo de Bloomberg (que malinterpreta, por cierto), su posición es mucho menos defendible porque el consumidor hoy tiene libertad de elegir si invierte o no su dinero en pensiones voluntarias.

Lo bueno de todo es que acá hay un punto en el que estamos de acuerdo: yo tampoco recomiendo el portafolio de Porvenir que cobra un 4% anual de comisión de los rendimientos del ahorro. Pero así como no recomiendo ese fondo, tampoco recomiendo volar por Latam ni comer en El Corral,  pero mis preferencias personales sobre productos que compramos voluntariamente no son motivo para un escándalo mediático y mucho menos una razón para atacar a una industria entera.

2. Información:

Acá me temo que Kalmanovitz peca por pura deshonestidad intelectual. En su columna inicial dice que las administradoras “No informan de los portafolios en que tienen invertidos los ahorros”, pero eso es falso. Podría darle uno el beneficio de la duda y pensar que simplemente fue un error por desconocimiento, pero Kalmanovitz optó por no rectificar cuando Jorge Llano lo desmintió en una columna señalándole que esa información es pública en la Superfinanciera.

Kalmanovitz dice que él no debe rectificar porque antes no la reportaban. La realidad es que hoy en día esa información es pública y un exdirector del Banco de la República no debería salir a decir lo contrario. Si alguien necesita el link para ver la información que según él no existe, lo puede encontrar acá: https://www.superfinanciera.gov.co/jsp/loader.jsf?lServicio=Publicaciones&lTipo=publicaciones&lFuncion=loadContenidoPublicacion&id=10084385

3. Tasas de reemplazo, ¿comparaciones honestas o comparaciones para confundir?

Las críticas de la tasa de reemplazo de Kalmanovitz son verdaderamente preocupantes. Acá queda la duda, no sabe uno si es deshonestidad intelectual o un – genuino – desconocimiento profundo sobre cómo funciona el sistema pensional colombiano.

Asofondos reportó hace poco que los fondos que ellos manejan tuvieron muy buena rentabilidad para los colombianos y Kalmanovitz escribió una columna criticando esos rendimientos como si fueran de las AFPs. “Uno de los mejores negocios del mundo” decía el hombre. Pero ahora su crítica es que los rendimientos son bajos. ¿Al fin qué, profesor? ¿Es malo que los rendimientos sean altos y malo que sean bajos? ¿como reconcilia cualquiera de sus dos posiciones – contradictorias, por cierto – con el hecho que el 70% del patrimonio de las AFPs está (por regulación) invertido en los fondos mismos?

Lo triste es que cada error es peor que el anterior. El que sigue es que Kalmanovitz compara la tasa de reemplazo (imaginaria, porque ni idea a qué situación se refiere) del 25% en los fondos privados de pensiones con un 70% de tasa de reemplazo de Colpensiones. Si algún despistado lee eso, termina creyendo que Colpensiones entrega el triple de dinero en pensiones por su buena gestión, pero no hay nada más lejos de la realidad.

Primero, la cifra del 25% no viene al caso. Una pensión de salario mínimo – que son la mayoría en Colombia – está por el 100% de tasa de reemplazo en el fondo privado gracias al FGPM. Una tasa de reemplazo de una persona que cotizó toda la vida es fácilmente el doble de lo que sugiere Kalmanovitz. Si hay algún caso cercano a lo que dice el profesor, las probabilidades son que esa tasa de reemplazo es baja por muchas otras cosas, la mayoría de esas cosas ni las controla la AFP: el mercado financiero, la informalidad en Colombia y la estabilidad laboral.

Kalmanovitz ignora todo esto y lanza una cifra cualquiera, sacada debajo de su manga, descontextualizada y que, curiosamente, confirma su sesgo.

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[Gráfica]: La mayoría de personas que cotizan lo hacen por uno y dos salarios mínimos

Además de la cifras, Kalmanovitz también ignora serias consideraciones conceptuales. La realidad es que Colpensiones no es un “fondo” de ahorro sino una entidad que maneja un sistema de reparto: coge la plata de unos y se la entrega inmediatamente a otros. No hay ahorro y no hay rendimientos, lo que sí hay son comisiones iguales a las del fondo privado, solo que en este caso a Kalmanovitz no parecen preocuparle.

Esas pensiones de Colpensiones no se pagan con rendimientos ni son altas gracias al buen manejo de la entidad (si fuese así, la comparación del profesor tendría algo de mérito): esas pensiones se pagan con cotizaciones de otros colombianos en un sistema ponzi que es – a todas luces y de acuerdo con la evidencia empírica (Córdoba y Piraquive, 2019) – insostenible en el tiempo e indeseable para el país. Como académico, el profesor debería reconocer esa “pequeña” precisión para darle contexto a una comparación que no viene al caso.

Entre otras, la tasa de reemplazo que logra Colpensiones lo hace gracias al monstruoso subsidio estatal (14.8 billones en 2020 según MinHacienda) que pagamos todos los colombianos año a año. Podría alcanzar a decir alguna persona que esto no es tan malo, si no fuese porque los subsidios se le dan a las personas más adineradas de este país (ver gráfica).

¿Este es el punto de comparación, profesor? ¿en serio?

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[Gráfica 2]: Los subsidios pensionales benefician a los más ricos

Este debate tiene cosas muy interesantes. Sabemos que es insostenible, que es regresivo, que hay que hacer una reforma pensional y que hay muchas preguntas por responder. ¿Quiénes merecen la exención tributaria del ahorro de largo plazo y por qué? ¿qué tanto se debería aligerar, aumentar o cambiar la regulación a las AFPs para tener más competidores y mejor ahorro? ¿qué hay que hacer para que los ahorradores tengan mejor representación y las empresas mejor gobierno corporativo?

Todos estos son debates abiertos, legítimos. Con puntos donde podemos estar en desacuerdo y dar un debate sensato. El problema es que nunca llegaremos al punto de un debate honesto si nos dedicamos a sembrar confusión.

El sistema pensional es de todos, Kalmanovitz, un activo de todos los colombianos. Por ahí no es…

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