(Originalmente publicado en El Espectador el 18 de Octubre de 2019)
#EconomíaParaMiPrima
A pesar de la amargura que nos caracteriza a los economistas, es inevitable sentir un orgullo inmenso con tantos momentos importantes que hay en la vida de un niño. Sobre todo con unos pocos que vale la pena resaltar: cuando caminan por primera vez, el primer día de colegio y cuando entienden la utilidad de la alcancía.
Fue muy grato saber que mi prima de 10 años quería posponer su capacidad de consumo para el futuro, cuando le pudiera ser más útil. El ahorro (y no solo el ahorro pensional) es una de las cosas en las que los colombianos “perdemos el año”, ahorramos poco y somos vulnerables a cambios bruscos en nuestros ingresos.
Lo triste es que, mientras unos intentamos enseñarles a los ciudadanos (y a mi prima) sobre la educación financiera, hay políticos oportunistas que consiguen votos a punta de atacar el sistema. Incluso, en Colombia uno puede encontrar ministros que dicen que la educación financiera es “educación al servicio de los bancos”.
Hablé con mi prima del ahorro y de lo que nos cuesta:
—Prima, la alcancía puede costar muy poco, pero si mantienes tu plata ahí por mucho tiempo ese ahorro te puede salir mucho más caro. ¿Has pensado en invertir?
—Si tengo una alcancía —me decía mi prima—, ¿para qué voy a pagarles comisiones a unos señores por tener mi dinero?
—Isabel, las comisiones no son algo que queremos pagar, pero esas comisiones no son gran cosa en comparación con el costo que pagamos por tener el dinero dentro de un marranito de cerámica y no invertido generando rendimientos.
—¿Cuál costo? ¿Cómo así? —me preguntó.
—A ese costo, prima, le decimos los economistas “costo de oportunidad”. En el mundo hay muchos emprendedores, empresarios y ciudadanos que están dispuestos a pagar algo de dinero a cambio de que les permitan usar una suma hoy con la promesa de pagar mañana. Si mantienes toda la plata en la alcancía, no verás tus ahorros crecer y eso sí que es más costoso que una comisión.
Podríamos escribir una serie entera sobre la cantidad de cosas que nos falta aprender, como: ¿por qué no me devuelven la plata que pagué por el seguro si no lo usé?, ¿qué debo hacer si quiero que mi pensión sea más alta? y ¿cómo hago para reducir el riesgo en mis inversiones?
Pero para que la gente pueda usar el sistema financiero, los políticos, jueces y opinadores irresponsables tienen que permitir que funcione bien.
Es difícil tener un buen sistema cuando los congresistas piden que los bancos no puedan cobrar y no puedan tener buena información sobre el historial crediticio. Es difícil tener un buen sistema cuando los activistas indignados hacen carrera por un “me gusta” despotricando de un sistema que no entienden. Y es difícil tener un buen sistema cuando los jueces pretenden repartir beneficios como Papá Noel (con plata de terceros —no culpables—) sin conocimiento de las consecuencias de sus decisiones.
La evidencia muestra que los colombianos (y mi prima) deben mejorar en educación financiera. Lo curioso es que quienes más lo necesitan no son los ciudadanos que cuidan su propio dinero, sino los dirigentes que confiscan y reparten el ajeno.
martin.jaramillo@email.shc.edu
