(originalmente Publicado en El Espectador el 15 de Diciembre de 2018)
#EconomíaParaMiPrima
Este fin de semana se cumplen 32 años de la muerte de don Guillermo Cano Isaza, el entonces director de El Espectador y uno de los críticos más feroces del narcotráfico.
El 17 de diciembre, al anochecer, don Guillermo terminó de escribir la Libreta de apuntes, su columna semanal. Esa noche la tituló “Navidades negras”, lo cual es para muchos una desafortunada metáfora accidental de la situación que vivía un país vendido a la droga.
Don Guillermo salió de El Espectador a las 7:15 p.m., a lo mejor pensando en el cierre de la edición, en el reciente aniversario de la toma del Palacio de Justicia o en los regalos de Navidad que ya empezaba a comprar. Salió en su carro, un Subaru rojo oscuro que compartía con su esposa, y siguió a cruzar la calle 22 del centro de Bogotá. Pocos minutos después, en una moto roja, llegarían dos sicarios buscando silenciar a tiros esa voz crítica, incensurable y valiente, carente del miedo generalizado en el resto de los periodistas de esa época tan violenta. Una voz que nunca dudó en denunciar al narcotraficante más grande de la historia. Solo así pudieron callarlo.
Decía Rodolfo Rodríguez, el periodista que sostuvo a don Guillermo antes de morir, que en sus últimos instantes las manos le temblaban buscando las teclas de la vieja máquina de escribir, “era como si quisiera escribir los últimos párrafos sobre su añorada paz para Colombia”.
A lo mejor don Guillermo nunca hubiera muerto si no hubiera publicado la foto que mostraba preso al entonces senador Pablo Escobar Gaviria. A lo mejor hubiera envejecido en su oficina, junto a sus amigos, hablándole a diario al país. Pero si hubiera callado, probablemente Pablo Escobar, la desgracia más grande de Colombia, también le hubiera hablado a diario a la conciencia del país hasta llegar a viejo. Don Guillermo sacó la verdad olvidada en el silencio y le arruinó la carrera política al narcotraficante.
Don Guillermo enfrentó en 1954 al dictador Rojas Pinilla cuando intentó sostener la censura de prensa. En 1964 y 1966 nacieron el Eln y las Farc y la dirección de don Guillermo no dudó en llamarlas por su nombre —guerrillas— y cubrir cada evento desde la “Operación Marquetalia” contra el entonces líder campesino Tirofijo.
En 1952, manifestantes quemaron el prestigioso diario que hoy reproduce nuestras palabras, al igual que la Dirección Nacional Liberal y el diario El Tiempo. Don Guillermo sale en una foto recogiendo los escombros del periódico que consideraba su casa. Cuando vivió la toma del Palacio de Justicia escribió en su Libreta de apuntes que ese evento quedaría en la historia del país como “la expresión del más horrendo capítulo de depredación a que nuestra sociedad haya sido sometida”.
Una vida entera en la lucha por la libertad.
Esta columna —de economía— lleva en su ADN un claro corte liberal, una opinión que cree en la capacidad de cada persona de elegir con quién casarse, qué consumir y con quién comerciar. Pero sin los logros de don Guillermo en la libertad de prensa hoy no podríamos hablar de libertad económica o libertad personal. Por eso hoy no existe suceso más importante para hablar con mi prima.
Este país violento le pasó la cuenta de cobro de una interminable lucha por la libertad de prensa. Don Guillermo alguna vez escribió en su Libreta de apuntes que “solo muerto dejaría de tomar partido en los problemas del país, en defensa del pueblo”. Hoy, 32 años después, su testimonio sigue hablando por él. Si esta semana mi prima puede aprender solo una cosa de la libertad, que sea de la vida del eterno don Guillermo Cano.
@tinojaramillo
