(Publicada en El Espectador el 27 de octubre del 2018)
Esta semana se cumplieron 5 meses desde que publiqué mi primera columna hablando de economía con mi prima de diez años.
Esta semana se cumplieron cinco meses desde que publiqué mi primera columna hablando de economía con mi prima de diez años.
Me he dado cuenta de que en estos meses yo he aprendido tanto de ella como ella de mí, discutir con pequeños de economía es ilustrativo porque no podemos refugiarnos en palabras complicadas. Los niños son más imparciales y no tienen los prejuicios comunes en los adultos, por eso pueden creer con optimismo, cuando uno les cuenta que la pobreza se ha estado reduciendo y que cada vez estamos mejor. Ellos no han tenido una vida entera de exposición a la “fracasomanía” de los noticieros, que dan la impresión de que todo se está cayendo.
El famoso mago Alex Stone suele decir que es más difícil hacerles magia a niños que a los adultos, pues los segundos están entrenados para ponerle atención a una sola cosa y siempre quieren tener la razón (como evidencian los comentarios a estas columnas). Los niños, más curiosos, menos tercos y con más preguntas, se la pasan mirando a todas las partes, no pueden enfocarse. Mientras que el adulto se concentra mucho en una cosa (donde el mago quiere que se concentre), el niño lo está mirando todo.
La economía no es muy diferente a la magia en este sentido. El político puede engañar fácil a un adulto diciéndole que quebrando un vidrio (o haciendo la obra de su interés) se crea empleo. El adulto se enfocará mucho en ver lo que el político le muestra, que alguien cobrará por el trabajo de arreglarlo, pero al niño ni el político ni el mago lo engañan porque él no ha perdido de vista el vidrio roto, “lo que no se ve”.
El niño se imagina que el vidrio es el de su casa y se pregunta si su papá, que ahora tiene que pagarle a quien arregla el vidrio, ya no va a poder usar esa plata para comprarle un helado. Ahí un niño le enseña a un adulto que la economía no tiene más trabajos por el simple hecho de hacer una obra, “descubre el truco”. Que simplemente hay una destrucción de riqueza cuando se quiebra el vidrio y una transferencia así: menos trabajo para el que vende helados y más trabajo para el que arregla vidrios.
Hay mucho de qué hablar esta semana con Isabel, los opinadores siguen tirándole a Rappi, Uber sigue siendo perseguido por el Estado (que a la vez le cobra impuestos), los estudiantes siguen marchando por una supuesta desfinanciación y pronto sabremos más del creciente presupuesto de la nación.
Pero por esta semana, me doy una pausa de la polémica y la economía, pues mientras escribo esta columna, Isabel está por tener un hermanito. Un fiel recordatorio de que un bebé no es sólo un excelente interlocutor para aprender de economía, sino que también es la bendición más grande del mundo.
Esperen pronto conversaciones con Pablo.
#EconomíaParaMiPrima
