Publicado Originalmente en El Espectador el 22 de Junio de 2018
Mi prima Isabel llega a casa molesta después de un juego en el colegio: “no es justo que después de empezar a jugar muñecas, Ángela nos cambie las reglas. Tenemos 10 años, ¡estamos muy grandes para eso!”.
Mi prima y las amigas dejaron de jugar con Ángela porque cada vez que una de ellas empezaba a tener éxito, ella cambiaba las reglas del juego. Por fortuna Ángela puede jugar sola a las Barbies, pero esa misma lógica nos cuesta billones de pesos al año porque adultos, algunos de ellos en el Congreso, que ni se han enterado de lo injusto que es.
No fue difícil explicarle a Isabel el concepto de seguridad jurídica; que si una empresa acepta las reglas existentes al hacer una inversión, espera que no le cambien las reglas en la mitad del juego como hacía Ángela. Cuando las empresas no pueden confiar en reglas claras (seguridad jurídica), ellas también dejan de jugar, de invertir, de crear.
Mi prima de nuevo probó ser más inteligente que muchos adultos en cuestiones básicas de la ética y el derecho. También me enseñó la mejor forma que conozco de explicarlo. Lo grave es que permitir que esos adultos no lo entiendan tiene la consecuencia de menos inversión, menos empleo, menos prosperidad y más pobreza.
Hasta de pronto logramos reducir la pobreza mandando un par de senadores y jueces a que jueguen barbies con mi prima.
#EconomíaParaMiPrima
@tinojaramillo
